lunes, 9 de junio de 2014

CIEN AÑOS DE SOLEDAD

Por: Dariela Carvajal
José Arcadio y su esposa Úrsula, viven en macondo como todos sabemos es una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión es Melquiades aquel que José arcadio siempre se ponía emocionado por sus inventos y gustaba su dinero por conseguir oro, después de un tiempo José aradio se fue de exploración con un grupo, cuando el y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer.
En marzo llego Melquiades de nuevo con sus inventos, otra vez José arcadio Buendía creía en sus inventos y entrego algo de su mujer un cofre de monedas de oro que su padre había acumulado en toda una vida de privaciones, y que ella había enterrado debajo de la cama en espera de una buena ocasión para invertirlas; su mujer trataba de todas las formas hacerle entender que se ocupe en su familia, en el trabajo, pero él no hacía caso y insistía luego José Arcadio Buendía prometía intentarlo tan pronto como se lo ordenara el gobierno, con el fin de hacer demostraciones prácticas de su invento ante los poderes militares, y adiestrarlos personalmente en las complicadas artes de la guerra solar. Durante varios años esperó la respuesta. Por último, cansado de esperar, se lamentó ante Melquíades del fracaso de su iniciativa, y el gitano dio entonces una prueba convincente de honradez, José arcadio paso varios meses encerrado en un cuarto al fondo de la casa para que nadie lo moleste en sus experimentos, después se hizo experto en el uso y manejo de sus instrumentos, tuvo una noción del espacio que le permitió navegar por mares incógnitos, visitar territorios deshabitados y trabar relación con seres espléndidos sin abandonar el cuarto, mientras Úrsula y los niños se la veían como podían, de pronto su actividad se interrumpió y fue sustituida por una especie de imaginación, luego soltó de un golpe toda la carga de su tormento. Los niños habían de recordar por el resto de su vida la augusta solemnidad con que su padre se sentó a la cabecera de la mesa, temblando de fiebre, devastado por la prolongada vigilia y por el encono de su imaginación, y les reveló su descubrimiento: La tierra es redonda como una naranja, Úrsula enojada le decía que no hable sus cosas de gitano junto a sus hijos.

Para esa época, Melquíades había envejecido con una rapidez asombrosa, en sus primeros viajes parecía tener la misma edad de José Arcadio Buendía; Melquiades era un hombre lúgubre, envuelto en un aura triste, con una mirada asiática que parecía conocer el otro lado de las cosas, usaba un sombrero grande y negro, como las alas extendidas de un cuervo, y un chaleco de terciopelo patinado por el verdín de los siglos, se volvieron grandes amigos, y los hijos de José arcadio habían de recordarlo toda su vida, pero Úrsula no ella siempre conservara un mal recuerdo de esa visita, José Arcadio Buendía cortejó a Úrsula durante varias semanas, para que le permitiera desenterrar sus monedas coloniales y aumentarlas tantas veces como era posible subdividir el azogue, Úrsula cedió, como ocurría siempre; Cuando volvieron los gitanos, Úrsula había predispuesto contra ellos a toda la población. Pero la curiosidad pudo más que el temor, vieron un Melquíades juvenil, repuesto, desarrugado, con una dentadura nueva y radiante Hasta el propio José Arcadio Buendía consideró que los conocimientos de Melquíades habían llegado a extremos intolerables, pero experimentó un saludable alborozo cuando el gitano le explicó a solas el mecanismo de su dentadura postiza, luego José arcadio volvió a la depresión, daba vueltas por su casa, y perdió el interés en la investigación Úrsula le decía "Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros." Quienes lo conocían desde los tiempos de la fundación de Macondo, se asombraban de cuánto había cambiado bajo la influencia de Melquíades. Después José Arcadio Buendía, que era el hombre más emprendedor que se vería jamás en la aldea, había dispuesto de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna casa recibía más sol que otra a la hora del calor. En pocos años, Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes. Era en verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto; La primera vez que llegó la tribu de Melquíades vendiendo bolas de vidrio para el dolor de cabeza, todo el mundo se sorprendió de que hubieran podido encontrar aquella aldea perdida en el sopor de la ciénaga, y los gitanos confesaron que se habían orientado por el canto de los pájaros; después de un tiempo José arcadio se fu de navegación con un grupo, donde no veían el sol, y se encontraron muchas especies, No podían regresar, porque la trocha que iban abriendo a su paso se volvía a cerrar en poco tiempo, con una vegetación nueva que casi veían crecer ante sus ojos. "No importa", decía José Arcadio Buendía, Lo esencial es no perder la orientación, Sus sueños terminaban frente ese mar color de ceniza, espumoso y sucio, que no merecía los riesgos y sacrificios de su aventura.        ¡Carajo! —gritó—. Macondo está rodeado de agua por todas partes.
 La idea de un Macondo peninsular prevaleció durante mucho tiempo, inspirada en el mapa arbitrario que dibujó José Arcadio Buendía al regreso de su expedición. Lo trazó con rabia, exagerando de mala fe las dificultades de comunicación, como para castigarse a sí mismo por la absoluta falta de sentido con que eligió el lugar. "Nunca llegaremos a ninguna parte", se lamentaba ante Úrsula, José Arcadio Buendía no supo en qué momento, ni en virtud de qué fuerzas adversas, sus planes se fueron enredando en una maraña de pretextos, contratiempos y evasivas, hasta convertirse en pura y simple ilusión. José arcadio Buendía se quería ir de macondo, y Úrsula se lo impidió le dijo que así sea que tenga que morir ella para que se quedaran ahí moriría, pero de ahí no se iban a ir, después de un tiempo llegaron gitanos nuevos hombres y mujeres José Arcadio Buendía hubiera querido inventar la máquina de la memoria para poder acordarse de todas. En un instante transformaron la aldea. Los habitantes de Macando se encontraron de pronto perdidos en sus propias calles, aturdidos por la feria multitudinaria; José Arcadio Buendía andaba como un loco buscando a Melquíades por todas partes. Para que le revelara los infinitos secretos de aquella pesadilla fabulosa, le dijeron que Melquiades había muerto aturdido por la noticia arcadio se quedó inmóvil.

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