Por: Dariela Carvajal
José Arcadio y su esposa Úrsula, viven en macondo como
todos sabemos es una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a
la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de
piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan
reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que
señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de
gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande
alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Un
gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión es Melquiades aquel que
José arcadio siempre se ponía emocionado por sus inventos y gustaba su dinero
por conseguir oro, después de un tiempo José aradio se fue de exploración con
un grupo, cuando el y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular
la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en
el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer.
En marzo llego Melquiades de nuevo con sus inventos, otra vez
José arcadio Buendía creía en sus inventos y entrego algo de su mujer un cofre
de monedas de oro que su padre había acumulado en toda una vida de privaciones,
y que ella había enterrado debajo de la cama en espera de una buena ocasión
para invertirlas; su mujer trataba de todas las formas hacerle entender que se
ocupe en su familia, en el trabajo, pero él no hacía caso y insistía luego José
Arcadio Buendía prometía intentarlo tan pronto como se lo ordenara el gobierno,
con el fin de hacer demostraciones prácticas de su invento ante los poderes
militares, y adiestrarlos personalmente en las complicadas artes de la guerra
solar. Durante varios años esperó la respuesta. Por último, cansado de esperar,
se lamentó ante Melquíades del fracaso de su iniciativa, y el gitano dio
entonces una prueba convincente de honradez, José arcadio paso varios meses
encerrado en un cuarto al fondo de la casa para que nadie lo moleste en sus
experimentos, después se hizo experto en el uso y manejo de sus instrumentos,
tuvo una noción del espacio que le permitió navegar por mares incógnitos,
visitar territorios deshabitados y trabar relación con seres espléndidos sin
abandonar el cuarto, mientras Úrsula y los niños se la veían como podían, de
pronto su actividad se interrumpió y fue sustituida por una especie de imaginación,
luego soltó de un golpe toda la carga de su tormento. Los niños habían de
recordar por el resto de su vida la augusta solemnidad con que su padre se
sentó a la cabecera de la mesa, temblando de fiebre, devastado por la
prolongada vigilia y por el encono de su imaginación, y les reveló su
descubrimiento: La tierra es redonda como una naranja, Úrsula enojada le decía que
no hable sus cosas de gitano junto a sus hijos.
Para esa
época, Melquíades había envejecido con una rapidez asombrosa, en sus primeros
viajes parecía tener la misma edad de José Arcadio Buendía; Melquiades era un
hombre lúgubre, envuelto en un aura triste, con una mirada asiática que parecía
conocer el otro lado de las cosas, usaba un sombrero grande y negro, como las
alas extendidas de un cuervo, y un chaleco de terciopelo patinado por el verdín
de los siglos, se volvieron grandes amigos, y los hijos de José arcadio habían de
recordarlo toda su vida, pero Úrsula no ella siempre conservara un mal recuerdo
de esa visita, José Arcadio Buendía cortejó a Úrsula durante varias semanas,
para que le permitiera desenterrar sus monedas coloniales y aumentarlas tantas
veces como era posible subdividir el azogue, Úrsula cedió, como ocurría
siempre; Cuando volvieron los gitanos, Úrsula había predispuesto contra ellos a
toda la población. Pero la curiosidad pudo más que el temor, vieron un
Melquíades juvenil, repuesto, desarrugado, con una dentadura nueva y radiante Hasta
el propio José Arcadio Buendía consideró que los conocimientos de Melquíades
habían llegado a extremos intolerables, pero experimentó un saludable alborozo
cuando el gitano le explicó a solas el mecanismo de su dentadura postiza, luego
José arcadio volvió a la depresión, daba vueltas por su casa, y perdió el interés
en la investigación Úrsula le decía "Ahí mismo, al otro lado del río, hay
toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los
burros." Quienes lo conocían desde los tiempos de la fundación de Macondo,
se asombraban de cuánto había cambiado bajo la influencia de Melquíades. Después
José Arcadio Buendía, que era el hombre más emprendedor que se vería jamás en
la aldea, había dispuesto de tal modo la posición de las casas, que desde todas
podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las
calles con tan buen sentido que ninguna casa recibía más sol que otra a la hora
del calor. En pocos años, Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que
cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes. Era en
verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie
había muerto; La primera vez que llegó la tribu de Melquíades vendiendo bolas
de vidrio para el dolor de cabeza, todo el mundo se sorprendió de que hubieran
podido encontrar aquella aldea perdida en el sopor de la ciénaga, y los gitanos
confesaron que se habían orientado por el canto de los pájaros; después de un
tiempo José arcadio se fu de navegación con un grupo, donde no veían el sol, y
se encontraron muchas especies, No podían regresar, porque la trocha que iban
abriendo a su paso se volvía a cerrar en poco tiempo, con una vegetación nueva
que casi veían crecer ante sus ojos. "No importa", decía José Arcadio
Buendía, Lo esencial es no perder la orientación, Sus sueños terminaban frente
ese mar color de ceniza, espumoso y sucio, que no merecía los riesgos y
sacrificios de su aventura. ¡Carajo!
—gritó—. Macondo está rodeado de agua por todas partes.
La idea de un Macondo peninsular prevaleció durante mucho tiempo,
inspirada en el mapa arbitrario que dibujó José Arcadio Buendía al regreso de
su expedición. Lo trazó con rabia, exagerando de mala fe las dificultades de
comunicación, como para castigarse a sí mismo por la absoluta falta de sentido con
que eligió el lugar. "Nunca llegaremos a ninguna parte", se lamentaba
ante Úrsula, José Arcadio Buendía no supo en qué momento, ni en virtud de qué
fuerzas adversas, sus planes se fueron enredando en una maraña de pretextos,
contratiempos y evasivas, hasta convertirse en pura y simple ilusión. José arcadio
Buendía se quería ir de macondo, y Úrsula se lo impidió le dijo que así sea que
tenga que morir ella para que se quedaran ahí moriría, pero de ahí no se iban a
ir, después de un tiempo llegaron gitanos nuevos hombres y mujeres José Arcadio
Buendía hubiera querido inventar la máquina de la memoria para poder acordarse
de todas. En un instante transformaron la aldea. Los habitantes de Macando se
encontraron de pronto perdidos en sus propias calles, aturdidos por la feria
multitudinaria; José Arcadio Buendía andaba como un loco buscando a Melquíades
por todas partes. Para que le revelara los infinitos secretos de aquella
pesadilla fabulosa, le dijeron que Melquiades había muerto aturdido por la
noticia arcadio se quedó inmóvil.